Es entonces el momento de armarse de paciencia, y, lentamente, una a una, reacomodar las piezas en su lugar.
Es como con los castillos de arena: una ola violenta tira abajo el trabajo de horas. Entonces qué? Poner manos a la obra nuevamente, construir una y otra vez sobre lo derrumbado, volver a apostar a que sí.
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