Los puños en la mesa.
La comida pasada.
El recuerdo de un hada
que traía sorpresas.
La juventud vetusta,
el viernes con antenas,
las cadenas que te atan
a tu vieja condena.
La rutina, esa sierpe
que se sirve con vino;
con cubierto elegante
y con mantel de hilo.
La rutina: ese fiasco
que se asoma en retazos,
devanando los restos
de abriles más lozanos.
La rutina: ese puente
a algo más que la nada;
la pasión repetida...
como comida usada.
miércoles, abril 11, 2007
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