domingo, enero 21, 2007

Dispuesta la vajilla,
encerrados los perros,
pendiente del teléfono,
casi a la madrugada,
te espero como un ángel,
espero tu visita,
y los minutos corren,
y el pollo se me pasa.
Todo está preparado:
mi vigilia, mi anhelo,
y un champán especial
que compré para hoy.
Sin embargo, ni el timbre,
ni el teléfono, nada,
dan señales de vida,
mientras las horas pasan.
Resignada y sombría,
me saco ese vestido
que reservé para esto,
hace bastante tiempo.
Me suelto el pelo, bailo
al ritmo del CD,
tan sólo para darme
un ánimo imposible.
Guardo platos, cubiertos,
tiro el centro de mesa
al tacho de los trastos,
y me apiado de mí.

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