domingo, marzo 22, 2009

Y florecerán las heladeras...
Un duende rosa libará las células
de muertos de ocasión.
Han de resucitar los renacuajos
hundidos en el filo de tu espasmo,
para espantarte de pura presencia,
mientras sigas haciéndole asco a los milagros.
Jugarán los avestruces en las azoteas.
Una azalea levantará tus cruces,
para arrojarla (ayer) a retaguardia,
para burlar al fin el acabóse.
Y se encenderán las caras:
caras de culo, caras de vinagre;
así es, señor: de ésta sí que no se salva nadie.
Bailarán los gatos y las perras
el nuevo blues que atropella las macetas.
Los lunáticos pedirán prensa.
Los descensores entrarán en huelga.
Se juega al todo o nada la alegría:
pasen y vean. Se remata una tía.
La oferta de billetes averiados,
y la calesita de deudas pendientes,
se limpiará la boca antes de hablarnos,
se lavará la frente. Porque florece,
en mi ritual pagano,
la prédica sedienta de tu verso,
donde uno más dos son siempre cuatro,
donde salen a hablar hasta los huesos.
Transeúnte de la vida, hidalgo, espejo:
te quiero desde antes de recordarlo.
Con nubes en los ojos, y un cerrojo en la boca.
Te quiero para siempre, y sin horarios.

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