miércoles, julio 11, 2007

En el remanso del día,
mientras observo mis manos,
que no se achican ni estiran,
que no se hunden ni flotan,
que no acarician ni pegan,
mis manos, sin otro oficio
que deambular por las teclas,
guardo un anhelo chiquito
en el borde de la mesa,
dispuesto a saltar bien lejos
cuando entres por esa puerta;
tengo un oído zumbón
que te cita todo el día,
y un aire a camaleón
escondido entre las hojas.
Si he de tenerte, que sea
por una vez o por todas.
Si has de montarte en mi espera
que sea para las pocas
ocasiones en que yo
me sumerjo tras tus pasos,
empuñando un verso nuevo
y tu huella, como atajo.

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