domingo, septiembre 30, 2007

No encontrarás las huellas en mis manos,
ni el silbido voraz, ni los caminos
donde fuera a parar todo aquel sueño
que consteló el destino en el pasado.
No sabrás de las nubes que crujieron
con cada chaparrón inesperado,
ni del canto del pájaro nocturno
encerrado en la jaula del infierno.
No sabrás de mi voz, que te buscaba
repitiendo tu nombre como un rito,
ni del llanto feroz de los espejos,
o la violencia de los entredichos.
No entenderás de rosas ni de canto,
de auroras clandestinas en mi tierra,
donde pace el cordero milenario
que transita el final de toda guerra.
Y para terminar, no sabrás nunca
que amándote, te amé como utopía:
que el concretar el sueño es sacrilegio,
y por eso te dejo; es mi partida.

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