viernes, noviembre 09, 2007

Nubes molestas acuden a un cielo sin paz mi derrumbe.
Un gato solo se esconde de amenazas que hirieron el aire.
Se oye un batir de tambores desde el hueco de mundos lejanos, y en las mesas donde desayunan los turistas, las musas, los diarios, se perciben lluvias de ceniza para agriar el color de las manos.
La feroz estocada del tiempo se repite sin prisas ni pausas, y delirando, un mastín se da coces en las esquinas de cada terraza.
Un fragor de batallas calladas va enervando el vuelo del águila, mientras pumas heridos de muerte se aligeran en nidos de suerte.
La tormenta parece la misma, pero siempre es distinta, cambiada. Ésta trae una misa pagana, y en las alas el soplo de un hada.
La verdad, como siempre, se oculta, tras espesas cortinas de humo, y detrás del bicho de consumo aparece un poeta que canta su ventura como una esperanza, su sospecha, como una certeza, mientras ungen su augusta cabeza mil gorriones sin patria y sin jaula.

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