viernes, abril 24, 2009

No tengo ganas de cantarle al amor.
No tengo ganas de cantarle al destino.
Ni a los jirones de vida que deja la vida
como saldo.
Ni a las pantuflas de la última velada.
Hoy, las ganas se encienden
desde otros horizontes.
En la mirada muda
que regaló el mendigo
a la vuelta de, apenas,
mi sonrisa cansada.
O al saco de nostalgias
que desplegó mi amigo
en su saludo, lejos,
salpicado de risa,
bañado en el Atlántico,
atesorado un día.
No tengo ganas de cantarles
a las nubes de humo
de tus viejas sanatas.
Ni a ese sí para nunca
que venís repartiendo
desde hace veinte inviernos.
Es cierto: hace años
que no abarca mi cuerpo
ningún abrazo franco.
Es cierto; las bocas se resecan
con los besos no dados.
Pero miro mis manos,
que están vivas, y cantan.
O miro mis zapatos,
que, ya casi gastados,
siguen andando el mundo.
Y entonces no me importa
el beso que no llega,
ni la promesa estéril
de un amor postergado.
Entonces, no me importan
ni los ríos de tinta
que eché a andar tras tus pasos.
Porque hay un mundo urgente
moribundo de hambre.
Y hay voces perentorias
reclamando oídos.
La playa, sin tu nombre,
es la playa del pueblo.
Las calles, sin carteles,
son el cartel de todos.
Y qué importa si llega
el amor redentor;
las redenciones mutuas...
tienen otro sabor!

No hay comentarios: