domingo, febrero 08, 2009

Sin la fiesta que tus ojos le dedican a mis ojos...
tuyos fueran los despojos de mis manos casi muertas.
En la huerta de las penas donde planto rabanitos,
de puro rojos y blancos, de puro fieros, bonitos,
qué sería de mis manos si no pensaran las tuyas,
dónde iría el Aleluya que cantaron tus compadres...
Sin un perro que me ladre, ni señal que lo instituya,
la bulla que voy armando por las veredas y calles,
de tanto gritar tu nombre, en crestiano o en francés,
de tanto darle al envés de mi lengua sobre el sobre
que no envío a domicilio (porque el domicilio es lejos)
y mis pasos andan lentos para llegar al correo,
ahora que miro y te veo en cada computadora,
cada foto de los diarios, cada sonrisa sincera,
qué he de hacer con la chorrera
de emisarios y enviados
que he mandado hasta tu tierra,
llevándote mil recados?
Si vos venís para acá, y el verso se nos acaba.
Es la hora de las manos. Ya pasó la hora del verbo.
De cuando estuviste loco, de tan loco,
andabas cuerdo, por los bares, preguntando
quién sabía algo de mí. A mí,
en cambio, me llegaban noticias de todo tipo.
Hasta un tipo, vino, un flaco, a citar discografía.
No faltó ni que mi tía me trajera tus noticias.
Mientras tanto, yo, huía, como era mi costumbre.
Pero encendiste la lumbre...y morí con tu poesía.

No hay comentarios: